La obsolescencia programada o planificada es la programación del fin de la vida útil de un producto calculado en un período de tiempo determinado por el fabricante con el fin de que volverlo ineficaz, inservible u obsoleto.
Este procedimiento tan drástico se puede llevar a cabo, por ejemplo, no ofreciendo repuestos a los consumidores o provocando el mal funcionamiento del producto o su avería definitiva.
¿Pero qué sentido tiene todo esto, qué finalidad?. Pues simplemente, la de generar más ingresos al provocar compras más frecuentes.
La obsolescencia programada no tiene en cuenta las necesidades de los consumidores además de producir repercusiones en el medio ambiente: al haber más producción se genera sí o sí más acumulación de residuos y contaminación.
Este hábito ha dado lugar a un progresivo malestar entre consumidores y pone en alerta a los propios compradores y organizaciones.
Parece ser que el primer producto afectado por la obsolescencia programada fue la bombilla incandescente. Edison creó un prototipo de duración de 1.500 horas. Aunque el objetivo era crear lámparas más duraderas, se acordó por aquel entonces establecer una duración máxima de 1.000 horas e incluso penalizar a fabricantes que no cumplieran dicha norma.
Se debe tener en cuenta que en esos tiempos no existían los derechos de los consumidores ni tampoco ética ecológica.
Existieron más productos afectados por obsolescencia programada como el reproductor de audio de Apple el iPod, e incluso el náilon (se obligó a hacerlo más frágil dada su alta resistencia).

La moda de la ropa, un claro ejemplo de obsolescencia
Ejemplos de hoy día los tenemos en las modas de la ropa, programas informáticos que quedan obsoletos en actualizaciones de sistemas operativos, los cartuchos de tinta de impresoras o incluso el convencimiento a usuarios de la compra de productos más ecológicos.
Lo curioso es que hoy actualmente se presentan bombillas LED que pueden durar hasta 25 años.
La obsolescencia programada es muy ventajosa para fabricantes y mediadores pero desfavorable para consumidores y nociva para el medio ambiente.
En este sentido aplaudo la iniciativa de Martine Postma, periodista holandesa que ha puesto en marcha el modelo “Repair Café”, locales donde se reúnen voluntarios de todo el mundo y en los cuales se reparan gratuitamente equipos informáticos u otros productos como ropa, muebles, electrodomésticos o juguetes por poner algunos ejemplos.
Publiqué un post sobre este tema: Repair Café: reparar antes que tirar.
Comentarios recientes